domingo, 11 de febrero de 2018

La patria son las canciones que tocas los domingos por la tarde

Argimiro escribió en su página que —según Giraudoux— la patria son los recuerdos de la infancia. Los que conocen mi modesto blog saben, que dentro de los pocos artículos que me ha pasado publicar acá, las consideraciones sobre la patria —qué es, si acaso existe, si se puede tener varias— tienen su lugar especial, por citar solamente algunos textos como ¿Ya te has acostumbrado al calor? o Una carta de amor.



En principio todo lo que se refiere a la patria parece más bien serio y solemne, pero al pensarlo un poquito puede resultar hasta gracioso.


Ese texto va a ser corto, no se preocupen. Entonces, primero que todo, en la escuela y la cultura oficial, por decirlo de alguna manera, se nos instala un chip, como es sabido, de que tenemos una conección cósmica con los demás ciudadanos del país, que a veces son millones, a veces decenas o cientos de millones. De todas maneras: a simple vista está claro que (1) dificilmente podríamos conocerlos a toditos personalmente, (2) más dificilmente aún podríamos tener los mismos intereses desde el punto de vista económico o cualquier otro. Ya que todo eso es bastante claro, se inventa una serie de herramientas que deben —a pesar de lo obvio— hacernos creer que sí, la concección cósmica realmente exista. Éstas herramientas son tales como el himno nacional, la bandera, los programas de televisión que muestran platos típicos (que por cierto muchas veces es primera vez que escuchamos de ellos porque en la casa nunca jamás se ha hecho), etc.

Con todo ésto la frase de Giraudoux parece algo reveladora, pero también voy a discutir con ella, por lo menos hasta cierto punto. Primero, no se por qué se restringe esos recuerdos que forman la patria sólamente a infancia. ¿Acaso no podemos tener recuerdos de las etapas de vida posteriores a infancia, igual de buenos y despreocupados, que dan para edificar en el subconciente una especie de patria? Y segundo, ya más bien asociado con una posible interpretación. Si estamos hablando de recuerdos, normalmente vinculamos a ciertas personas. O sea: hay quien pueda entender "los recuerdos de la niñez" como "la gente que me ha acompañado desde la niñez". Entonces se supone, que ésta gente está ahí, no haciendo nada más en sus vidas que esperarnos. Pues no, obviamente que no. Y luego, como dice la poderosa cancion de Tejada Gomez, "uno vuelve siempre, a los viejos sitios donde amó la vida y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas".

Ahí está: o sea, no están esperando. Lo que era, ya no es. De ahí, yendo por la huella musical, pasamos a un momento a Polonia para prestarnos unas frases de Waglewski, que me tocará traducir: "Se pierden pensamientos, ideas y hechos; gente buena y los hijos de puta; desaparece todo, lo que queda es la música". Y sí. La música es lo suficientemente palpable y en el mismo tiempo: fiel y perdurable, como para fundar en ella algo como la patria, si es que alguien quiere que exista.

Luego ya depende de vos. Pero yo tengo con las canciones lo mismo que con las estrellas. Viste que estrellas son tantas y hay gente que se acuerda de todas, o de muchas por lo menos, porque se sentó con un libro que enseña cual es cual y así aprendió. Y bueno, yo no. Yo me acuerdo de dos o tres constelaciones porque una noche alguien levantó el dedo sobre mi cabeza y me dijo: ¿ves ésta? Es tal cosa. Y sí, conozco pocas, pero te puedo decir con nombre y apellido quien me las mostro, con la fecha aproximada incluida. Lo mismo con las canciones: hace 4 años, al comienzo de este viaje me compré una libretita delgada. Fue en Cartagena, si me pones ahí en el centro histórico, estoy más que seguro que te encontraría la librería donde adquirí lo que ahora es mi libro de músicas. Ahí anoto las canciones que aprendo a tocar. Y a pesar de que es una cosita de cincuenta hojas no más, todavía tiene bastante espacio libre. En otras palabras: sé tocar pocas canciones. Pero cada una que sé tocar tiene su historia. Una noche, una persona, un lugar, un mundo de emociones.

A veces porque me la canto alguin, o la cantamos juntos, como Al lado del camino con Daniel. No lo conocen entonces les voy a decir abiertamente: el estaba borracho como un puerco y yo sobrio como un puerco estaba, y ibamos de vuelta de Playa Medina a Río Caribe en un vw combí blanca que en días de semana Daniel empleaba como taxi ilegal entre Rio Caribe y Carupano. Sí, un momento que nunca olvidare. O cuando iba por la costa peruana y recién, recién me tocó el corazón la cancion de Alí Primera que me dió Argimiro, ese mismo Argimiro de la frase de Giraudoux, la cancion Mi pueblo me hace cantar. La cancion dice que en mi pueblo la luna es tan grande y es tan bella, que los gallos despiertan para cantarle a ella. Yo creo que es la frase más poderosa, más hermosa que puedes pronunciar sobre un lugar. Y luego menciona los guayacanes, los semerucos y la esperanza, y yo volvía con su ritmo a Chuao o a la casa de Adriana y eso, eso son las canciones que toco. Me acuerdo que aquella vez en Perú, cuando escuche Mi pueblo me hace cantar, paré la bicicleta consternado, la apoyé en una señal y me encaminé hacia la orilla del oceano, que por cierto estaba muy cerca, y era muy desertica, muy diferente que esos pueblos que me hacían cantar en voz alta junto con Alí. Pero no hacía falta nada más: miraba a la arena homógena del desierto y veía otra cosa, veía el Mar Caribe con sus palmeras, los aguacates del camino a Tucacas, la selva de Choroní y las lanchas rojas que ocupan su pequeño puerto.

Y así tenemos que cuando un domingo triste por la tarde sientes que el mundo te esta abrumando demasiado, agarras tu guitarra, tu cuatro y tocas —en ambos sentidos de ese verbo pícaro— lo que es tu patria.


1 comentario:

  1. La patria es todo eso, recuerdos de algunos lugares geográficos conocidos, un todo que forma nuestro universo emocional <3

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