miércoles, 7 de septiembre de 2016

El viento y la ciudad puta

Con Ecuador desaparecen los platanos y cacaotales. Aún cerca de Tumbes la tierra reverdece con los campitos de arroz, pero mas alla, hacia el sur, pura tierra seca, arida y el viento incesante.

Zorritos
La noche me agarró en Zorritos, un par de kilometros despues del pueblo. Tienen ahi un puesto de policia playera. Un policia estuvo reparando bomba de agua y fuera de eso no pasaba nada. Playa como playa, pero el atardecer sorprendió. Fue uno de estos atardeceres sangrientes, o atardeceres de fuego, cuando parece que ahi, en el horizonte, de hecho se esta apagando poco a poco una gigantesca fogata, o parece que los arboles atravesados de este aire rojo se encenderan, aunque nada de eso ocurrió. Tan extraño.

Luego la carretera pasa por Mancora, que es como la version peruana de Montañita, o sea que hay turista y restaurante por donde mire, luego Los Organos, y luego sí, pasa algo interesante. La carretera entra en un corredor entre dos montañas de arena naranjada y todo se calla. Este silencio preocupa, nos hace preguntarnos que es realmente lo que pasa. Pero lo unico que esta pasando, es que por un solo momento el viento esta tapado por la montaña y no se deja escuchar ni sentir.

Los peruanos le echan especias a la comida y aun un corrientazo barato sabe bien. Los ecuatorianos deberian aprender, ¿e?

De ahí, desde ese corredor, tierra seca y más nada. Perdon, una subida, que parece no terminar: más por el calor que hace, que por la altura, que tiene. Los carros se paran con los motores hirviendo, lo demás es viento y eructos de motores de las bombas que sacan el petroleo de la tierra.

En El Alto empieza altiplano. Hasta Talara son 50km de absolutamente nada. Hay solamente cada vez más maquinas que sacan el petroleo y de vez en cuando grupos de trabajadores uniformados en sus trajecitos color azul, esperando al carro que los lleve a las respectivas casas. Entrando la noche, parecen borrachos. Gritan, se rien y lo demás que corresponde.

Poco antes del atardecer encuentro, por fin, una tiendita. Bodeguita de un caserio de cinco casas, de las que nunca tienen nada. Y bueno, tenia una bolsa de cinco panes con arequipe, de los cuales tres eran ya comidos por el gato. Dos me vendio, yo con ese hambre que jode y un poco de agua que me regalo la señora. Se me acerca el gato desgraciado y los dos perros que tanto me habian ladrado. Les daba pedacidos a cada uno: una, otra, tercera vuelta, que coman en el desierto ese que nunca da frutos ni agua. Interesante que uno se vuelve más generoso cuanto más uno mismo necesita.

Entro a Talara ya de noche, son quizas 8pm, viento, erruptos y los ultimos carros que llegan a ese medio de la nada. Llevo una luz roja atras. Las luces de arriba son otras, las estrellas del hemisferio sur. Hay algo preocupante en ver otras estrellas, no las conocidas del norte. Algo como si estuviese uno en otro planeta, o sencillamente pues desaparece esa unica cosa que no cambiaba nunca: el cielo nocturno. Hay que aprenderlo de nuevo. Quizas esta es la verdadera cedula del ciudadano sureño: conocimiento de las estrellas de su hemisferio.

Noche, los bomberos, juego Ecuador - Peru, 1 - 2. No se que decir: perdieron, o ganaron. Creo que perdieron.

Amanezco y ya sé donde estoy. Es una de estas mil quinientas ciudades casuales. Casuales, porque casualmente hubo un pueblo ahi metido en el medio del desierto inutil. Inutil, hasta que resultó, que contiene petroleo. De ahí todo el mundo parió la grandiosa idea de llegar ahi y a ver que se puede conseguir.

Por eso digo, que esta ciudad es como puta, es La Ciudad Puta. Los que vienen, quieren solamente aprovecharse. Coger lo suyo y irse. Hay mucha gente, pero casi nadie es de ahi. Y por eso nadie la quiere a la ciudad puta. No es de nadie y nadie le pertenece a ella, por eso asi la veo, descuidada. Vinieron, cogieron, ensuciaron y se fueron. Y eso, que era linda, supongo, unas cuantas casas de barro en el medio de la tierra naranjada. Ahora tiene casuchas con techo de lata puestas por todos lados. Con un labial rojo le pintaron un centro comercial en el medio, para que brille por el momento. Pero algun día se acabará el petroleo, el centro comercial, las casuchas y los bloques de cemento se veran hundidos por arenas y todo volvera como era antes: vacio y triste, pero con arbustos adornados de basura como los arbolitos de navidad.

Talara
Por la mañana las mototaxis levantan nubes de polvo, la gente ajena espera en lugares ajenos a otra gente ajena para que los lleve en busetas ajenas a trabajo que enriquecera bolsillos ajenos. Sigo. Los puentes cruzan inmensos ríos sin una sola gota de agua. El altiplano - pues, ni tal alto tampoco - invaden hondos cañones y molinos eolicos. Es que hay mucho viento, es viento más que todo, y aquella mañana el viento pegaba demasiado duro. Pegaba, me pegaba a mi y tenia ganas de caerle a golpes, pero la mano, el puño se me hundia en el, en el viento, en el aire, era demasiado grande el enemigo, así que me toco agachar la cabeza y seguir el esfuerzo silencioso de pedalear en contra de el, al sur.

(Me preguntaba si ese viento en contra - y otros tipos de viento, dolores del alma - me iban a soplar hasta Lima, hasta Bolivia, que se yo, hasta Argentina, pero en este preciso momento de una de las poquisimas casas por la carretera salió una señora con camiseta rosada y me grito, preguntanto, que a donde voy. A Argentina voy (creo). ¿En bicicleta va?, me dice. En bicicleta. Para la despedida no me dijo "que te vaya bien". Me dijo: "te va a ir bien". Birongo, me pasó por la cabeza, que tenga la razon. Ah, sí, y en un edificio el letrero decía "se vende razon".)

Como a las 12md el viento se tranquilizó alguito. Hasta ese momente había hecho solamente treinta, treinta y cinco kilometros. Iba muy lento. Pero por la tarde pude acelerar y sí, llegué a Piura. Y ahora ojo, que no me van a creer. Voy por una de las principales, me pasa una moto y el tipo apunta con la mano a la derecha. Que quiere el hijuemadre ese, pensé, porque ya se me había olvidado, que por lo general esto precisamente es, lo que todo el mundo deberia hacer, pero desde hace tres años no lo habia visto: el me señalizo que iba a doblar a la derecha. ¡Milagro! Ah sí, entonces los milagros pasan y ya para el futuro les pido, que no me digan, qe no.

Quebra´ita mijito

Cuando tomaba esa foto se me acerco un mototaxista y se puso a hablar conmigo. Era de Paita, un pueblo cercano (ahi donde murió Manuela Saenz, por cierto). Dice que ya desde antes venia a Talara, vendia panes, dulces y tomaba en cerveza toda la ganancia. Ahora es mototaxista, tiene mujer y por eso fue que se establecio, muy bien hecho, mis felicidades.

Maquina

Otras maquinas

Por aqui no puedes pasar. Agarra un helicoptero y transportate a Piura directamente.

Una de las colinas. Hubo un par de colinas más. Desde la ultima ya se veian los arrozales de Sullana, fue como ... no se... fue emocionante ver estos montones de verde todavia desde lo seco.

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