En Manizales hay un local llamado
Chamo Café. Se promociona como el lugar con la verdadera comida
venezolana. Y – por cierto – es venezolano en todo aspecto,
es venezolanisimo (casi tanto como el programa ¨Orientales y
venezolanisimas¨ en la emisora margariteña SuperStereo 98.1 por las
mañanas).
La pared de la barra está decorada con
palabras como: na´guara, guayoyo, curda, epale, etc. Lo que hay pa´
comer es – y no pudo ser otra cosa – arepa. Hay reina pepiada,
hay de carne mechada y un poco de cosas más, aunque lejos de la
oferta que dan a sus clientes los puesticos de comida al lado del
Mercado Periferico en Mérida (la gran arepera nocturna, donde comen
todos los taxistas, mi favorita; y no, en Chamo Café no tienen ni
molleja (¡qué molleja!), ni huevo de codorniz, ni ese mil millones de botellas con
salsas diferentes que siempre se encuentra en Venezuela).
El hombre que trabaja en el local es un
tipico trabajador venezolano: está enojado por tener que trabajar.
Por supuesto, si uno viniera con un pana del tipo, todo sería
muy diferente! El tipo se volvería alegre, dando palmaditas y
echando vaina, pero como entramos sin ningun pana de él,
pasamos casi por desapercibidos, sintiendonos culpables por haber
entrado.
Las arepas estan decentes, aunque algo
pequeñas. Y medio cariñosas: 5 mil pesitos por una reina pepiada,
si me acuerdo bien, que son casi dos dolares, o sea: 2 mil bolivares.
Y aja, yo se que comparar cualquier cosa con los precios de ahora en
Venezuela no tiene sentido, pero por 5 mil pesitos en Colombia uno
puede tragarse un almuerzo completo, con sopa, seco, jugo y una
sonrisa de la cocinera.
Pero pongan cuidado ahora: ¿saben que
resultó más venezolano de todo? La amiga, que se fue a visitar
Chamo Café conmigo, pidió café. Con leche. ¿Y qué, qué pasó,
ya saben? No hubo leche jajajajajaja, qué risa :D. Casi que me caí
del asiento. „Ya va – digo yo al tipo – no me digas
que no conseguiste leche en Colombia!”.
Medio me explicó que la compañera del trabajo iba a traer la leche,
pero no llegó, y que eso, que aquello... Pero sí, con eso de „hay
solamente cafe negro, porque no tenemos leche”
me sentí en casa.
Como lo escribí en
el ultimo articulo, ví el Chamo Cafe entrando por la noche a
Manizales. Me acerqué para saludar, como si fuese un café polaco.
Curioso.
Y
ahora mismo – dió la casualidad – me encuentro en Tulcan, en el
Nudo de los Pastos, hace 200 años más godos
que un carajo. Pero yo, por supuesto, me quedo en un lugar tan
patriota como avenida
Bolivar, en la vecindad de las calles Junin, Ayacucho y Boyaca: ¡más
bolivariano – imposible! Y bueno, mañana sigo hacia Ibarra, donde
en 1823 Simoncito venció al coronel pastuso Agualongo. Y luego más
al sur, hacia Ayacucho, ¡a paso de vencedores!
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