Todo con la debida moderación. Hasta en caso de reprimir la propia altivez.
Los buenos consejos suelen surgir en los momentos menos esperados, y en el mismo tiempo: en los momentos más adecuado y precisos, justo cuando los necesitas, aunque no lo sepas, aunque no estes conciente de esa necesidad. Además aparecen en momentos invariablemente para nada espectaculares. A uno se le puede recordar el Primer Libro de los Reyes 19, 9-12, cuando el Señor no estaba en el viento, ni en el fuego o terremoto, sino en una brisa suave.
La brisa suave me llegó en el Museo de Bellas Artes (MBA) en Caracas. Aquel día, o sea: hoy, ibamos a subir con Y. y A. a Pico Avila, pero finalmente Y. no pudo, A. se despertó tarde, mientras yo decidí a hacerme un paseo por los museos de la gigantesca capital de Venezuela.
Salí de la casa tarde, por haber esperado al desayuno, cual siempre me propone a mi la mamá de A.: arepas, irreemplezables en cada comida venezolana, unto con mantequilla hecha en socialismo, acompañiada con queso rayado y pimienta negra, además con la ensalada de remolacha, cual había hecho yo hace unos días, junto con la comida tradicional de Bielorrusia y ciertos regiones orientales de Polonia, llamada draniki. Al museo llegué a las diez de la mañana.
A la sala de cinematografía del MBA me invitaron dos veces unos muchachos y muchachas en camisas amarillas con el logo de un festival (primera muestra del encuentro hispanoamericano de cine y video documental independiente). Además de las muestras de peliculas, el evento organiza tambien talleres, cuales aparecen en el cartel como ¨y además... talleres y conferencias¨, sin fecha, hora, ni lugar. O sea: nadie sabe de ellos.
Entré. El frío de la sala vacía y aire-acondicionada - todavía lo estoy sintiendo en mi garganta congelada, cual estoy amasando con siguientes tragos de café aromatico y cachos de chocolate venezolano. (Alguien en la cafeteria esta hablando por telefono en voz alta, los vasos son de plastico: ambas cosas no me gustan.) Casualmente el encuentro se refería a hacer videos acerca de los viajes largos y aventuras. Al comienzo en los sillones comodos de la sala oscura se sentaron dos amigos del hablante, dos muchachos de la organización del festival, una pareja de estudiantes y yo. O sea: un escenario de un fracaso total, además: muy poco espectacular. La unica brisa suave, cual uno sentía o esperaba sentir, era el aire acondicionado.
Obviamente durante el encuentro no se ha dicho nada nuevo, pero en el mismo tiempo: sí, se lo ha dicho. Existe un monton de cosas y verdades superevidentes, cuales todos conocemos muy bien, y sin embargo se necesita, que de vez en cuando alquien nos caiga del cielo y los cuente otra vez más.
Justamente eso me pasó hace un tiempo en Tucacas, cuando estaba almorzando en uno de miles y miles de comedores identicos en las esquinas de las calles estrechas, en pueblos ubicados por las carreteras importantes, donde un maracucho viejo (para no-venezolanos: se suele llamar maracucho a una persona de Maracaibo, que por lo general se caracteriza por ser escandalosa, confianzuda y exageradamente orgullosa de ser maracucho) saluda a los clientes con una galantería completamente no-maracucha.
Todas las mesas estaban ocupadas: me senté con un hombre, que me había parecido tener unos 50 años, pero resultó que los tiene casi 70. Era un hombre feliz y sencillo, con casi 50 años de matrimonio, aunque despues de primer año se querían separa con su esposa. Pero se pusieron de acuerdo y siguen juntos. ¿Y tú? - me pregunto. Yo, yo pues no, no tengo esposa. Ni novia. Estabamos hablando despues de mi larga bajada de las montañas entre Lara y Falcon, la ruta a través de huertos de aguacate, sólo yo y mi bicicleta, hundidos en las grandes, grasosas gotas verdes de los frutos sabrosos y en los pensamientos acerca de S., que hace tiempo se fue por su propio camino, dejandome sólo en el mio.
El hombre, en despedida, me deseó que tuviera feliz viaje. Y además, que encontrara una mujer, que me amara. Obvio, pues. Pero ese ¨obvio¨ me pegó a mi cabeza como la revolución de Copérnico. Una mujer, que me ame, nada menos, nada más.
Pero regresemos a la sala y al taller: el hablante desmontó la pelicula de viaje por pedacitos, haciendolo justamente de la misma manera, en cual se desmonta cualquier otro objeto, como una bicicleta, una lavadora o un armario de IKEA, y en el mismo tiempo: como cualquiera otra pelicula. Una pelicula de viaje pues debe incluir: un cuento de valores arquetípicos (como amor, amistad, lucha entre el bien y el mal, entre otros), un personaje interesante y su evolucion, luego: algun objetivo y unas chispitas de buen humor. En pocas palabras: desde el viaje entero hay que pescar el drama, y presentar de hecho no el ascenso a la montaña, o como se monta bicicleta o rema kayak, sino precisamente ese drama. Al fin y al cabo, sin el drama el cuento se vuelve aburrido para el espectador, punto.
Despues de la charla se presentaron dos peliculas, como ejemplos. Peliculas, cuales, como parece, ganaron el festival de videos de aventura en Venezuela. Y me sorprendí: los que ganaron no eran ningunos héroes, aventureros famosos o descubridores, sino la gente sencilla. Un trabajador de construcciones en Metro Caracas, cual admira los encantos de Venezuela: visita el Salto Angel, sube a Roraima y los picos nevados de Mérida. Liga las maravillas de su país con su cara negra, porque el mismo autor es de Petare, el barrio de peor fama en Caracas. En la otra película una mujer ya cerca de sus 60 años, quien se atrevío a un viaje organizado a Antártida. Subraya, que en sus viajes siempre necesita ayuda de los demás. Su pelicula la finaliza con una nota, cual no recuerdo bien, pero era algo así: ¨Una cumbre subida con ayuda no es menos cumbre, sino es más: es una cumbre y un amigo¨.
En el mismo tiempo en el ¨ambiente viajero¨ en Polonia muy de moda son los auto-creados héroes, tipo Pałkiewicz o menos famoso, pero igualmente ¨heroico¨ Mateusz Waligora. Esa gente, si va a algun lugar, viene como primera, en los condiciones más difíciles, como la unica en el mundo, a al menos: presentandolo como si fuera así. Hacen cosas, cuales - según ellos - no cada quien podría hacer. O más bien: sólo lo pueden hacer ellos, Los Viajeros Verdaderos. Que aburrido. Y muchas veces: mentiroso.
Eso es una cosa.
Otra es, que a nosotros en Polonia no nos gusta cuando a alquien le vaya bien. Entonces por ejemplo cuando una persona como yo sale a rodar en bici por Latinoamerica, tiene que escuchar, que eso no es justo, que tiene en su vida demasiado facil, que de donde saca el dinero, que seguro lo robo o no se que.
Estoy entonces sometido a estos dos fuertes estímulos. El primero es lo popular de hacerse un héroe, que a mi me causa risa o vomitos. El otro es un tipo de envidia, cual irita, pero de alguna manera la entiendo, porque me parece que viene de no saber ciertas cosas, y eso uno puede perdonar facilmente. Pero al fin y al cabo mi reaccion a esos estimulos es subestimación de mi propio viaje. Cuando alguien me dice, que me tiene respeto por lo que hago, sonrío y digo alargando ¨Nooooo¨, añadiendo que eso no es nada, que simplemente estoy montando bici. Que eso no es para nada loco. Que eso lo puede hacer cualquiera. Que no se necesita mucho dinero. Que eso es una cosa absolutamente normal. Y todo eso sí es cierto, salvo lo ultimo. Porque me parece que empezé exagerar hacia otro lado. No cometo el pecado de sobrevalolar mi viaje, de hacerme héroe, pero sí cometo el error de subestimar. Repitiendo todo el tiempo frases sobre la ¨normalidad¨ de viajar por Latinoamerica en bicicleta de un cuarto de siglo, estoy pisoteando en mi conciencia el encanto de mi propio viaje. Y de este suelo pisoteado no logro pescar a ningun personaje ni su evolucion, ningunos valores arquetípicos, ni objetivo, ni humor, ni drama. Eso quiere decir, que no puedo hacer una película de mi viaje? Tambien, pero mucho más. Eso quiere decir, que el espectador cotidiano y perpetuo de esa pelicula no grabada, o sea: yo, puede aburrirse de todo eso, dudar al sentido, perder el encanto y la sensibilidad, perder el drama - lo más importante y interesante. Lo que sí, está pasando, pero hay que verlo. Hay que presentarselo a si mismo, y entonces, si uno quiere, presentarlo tambien a los demás.
Y eso era la clase acerca de la debida moderación.
Los buenos consejos suelen surgir en los momentos menos esperados, y en el mismo tiempo: en los momentos más adecuado y precisos, justo cuando los necesitas, aunque no lo sepas, aunque no estes conciente de esa necesidad. Además aparecen en momentos invariablemente para nada espectaculares. A uno se le puede recordar el Primer Libro de los Reyes 19, 9-12, cuando el Señor no estaba en el viento, ni en el fuego o terremoto, sino en una brisa suave.
Henry Pittier, Maracay |
Salí de la casa tarde, por haber esperado al desayuno, cual siempre me propone a mi la mamá de A.: arepas, irreemplezables en cada comida venezolana, unto con mantequilla hecha en socialismo, acompañiada con queso rayado y pimienta negra, además con la ensalada de remolacha, cual había hecho yo hace unos días, junto con la comida tradicional de Bielorrusia y ciertos regiones orientales de Polonia, llamada draniki. Al museo llegué a las diez de la mañana.
A la sala de cinematografía del MBA me invitaron dos veces unos muchachos y muchachas en camisas amarillas con el logo de un festival (primera muestra del encuentro hispanoamericano de cine y video documental independiente). Además de las muestras de peliculas, el evento organiza tambien talleres, cuales aparecen en el cartel como ¨y además... talleres y conferencias¨, sin fecha, hora, ni lugar. O sea: nadie sabe de ellos.
Entré. El frío de la sala vacía y aire-acondicionada - todavía lo estoy sintiendo en mi garganta congelada, cual estoy amasando con siguientes tragos de café aromatico y cachos de chocolate venezolano. (Alguien en la cafeteria esta hablando por telefono en voz alta, los vasos son de plastico: ambas cosas no me gustan.) Casualmente el encuentro se refería a hacer videos acerca de los viajes largos y aventuras. Al comienzo en los sillones comodos de la sala oscura se sentaron dos amigos del hablante, dos muchachos de la organización del festival, una pareja de estudiantes y yo. O sea: un escenario de un fracaso total, además: muy poco espectacular. La unica brisa suave, cual uno sentía o esperaba sentir, era el aire acondicionado.
Obviamente durante el encuentro no se ha dicho nada nuevo, pero en el mismo tiempo: sí, se lo ha dicho. Existe un monton de cosas y verdades superevidentes, cuales todos conocemos muy bien, y sin embargo se necesita, que de vez en cuando alquien nos caiga del cielo y los cuente otra vez más.
Justamente eso me pasó hace un tiempo en Tucacas, cuando estaba almorzando en uno de miles y miles de comedores identicos en las esquinas de las calles estrechas, en pueblos ubicados por las carreteras importantes, donde un maracucho viejo (para no-venezolanos: se suele llamar maracucho a una persona de Maracaibo, que por lo general se caracteriza por ser escandalosa, confianzuda y exageradamente orgullosa de ser maracucho) saluda a los clientes con una galantería completamente no-maracucha.
Todas las mesas estaban ocupadas: me senté con un hombre, que me había parecido tener unos 50 años, pero resultó que los tiene casi 70. Era un hombre feliz y sencillo, con casi 50 años de matrimonio, aunque despues de primer año se querían separa con su esposa. Pero se pusieron de acuerdo y siguen juntos. ¿Y tú? - me pregunto. Yo, yo pues no, no tengo esposa. Ni novia. Estabamos hablando despues de mi larga bajada de las montañas entre Lara y Falcon, la ruta a través de huertos de aguacate, sólo yo y mi bicicleta, hundidos en las grandes, grasosas gotas verdes de los frutos sabrosos y en los pensamientos acerca de S., que hace tiempo se fue por su propio camino, dejandome sólo en el mio.
El hombre, en despedida, me deseó que tuviera feliz viaje. Y además, que encontrara una mujer, que me amara. Obvio, pues. Pero ese ¨obvio¨ me pegó a mi cabeza como la revolución de Copérnico. Una mujer, que me ame, nada menos, nada más.
Playa en Tucacas |
Despues de la charla se presentaron dos peliculas, como ejemplos. Peliculas, cuales, como parece, ganaron el festival de videos de aventura en Venezuela. Y me sorprendí: los que ganaron no eran ningunos héroes, aventureros famosos o descubridores, sino la gente sencilla. Un trabajador de construcciones en Metro Caracas, cual admira los encantos de Venezuela: visita el Salto Angel, sube a Roraima y los picos nevados de Mérida. Liga las maravillas de su país con su cara negra, porque el mismo autor es de Petare, el barrio de peor fama en Caracas. En la otra película una mujer ya cerca de sus 60 años, quien se atrevío a un viaje organizado a Antártida. Subraya, que en sus viajes siempre necesita ayuda de los demás. Su pelicula la finaliza con una nota, cual no recuerdo bien, pero era algo así: ¨Una cumbre subida con ayuda no es menos cumbre, sino es más: es una cumbre y un amigo¨.
En el mismo tiempo en el ¨ambiente viajero¨ en Polonia muy de moda son los auto-creados héroes, tipo Pałkiewicz o menos famoso, pero igualmente ¨heroico¨ Mateusz Waligora. Esa gente, si va a algun lugar, viene como primera, en los condiciones más difíciles, como la unica en el mundo, a al menos: presentandolo como si fuera así. Hacen cosas, cuales - según ellos - no cada quien podría hacer. O más bien: sólo lo pueden hacer ellos, Los Viajeros Verdaderos. Que aburrido. Y muchas veces: mentiroso.
Eso es una cosa.
Otra es, que a nosotros en Polonia no nos gusta cuando a alquien le vaya bien. Entonces por ejemplo cuando una persona como yo sale a rodar en bici por Latinoamerica, tiene que escuchar, que eso no es justo, que tiene en su vida demasiado facil, que de donde saca el dinero, que seguro lo robo o no se que.
Estoy entonces sometido a estos dos fuertes estímulos. El primero es lo popular de hacerse un héroe, que a mi me causa risa o vomitos. El otro es un tipo de envidia, cual irita, pero de alguna manera la entiendo, porque me parece que viene de no saber ciertas cosas, y eso uno puede perdonar facilmente. Pero al fin y al cabo mi reaccion a esos estimulos es subestimación de mi propio viaje. Cuando alguien me dice, que me tiene respeto por lo que hago, sonrío y digo alargando ¨Nooooo¨, añadiendo que eso no es nada, que simplemente estoy montando bici. Que eso no es para nada loco. Que eso lo puede hacer cualquiera. Que no se necesita mucho dinero. Que eso es una cosa absolutamente normal. Y todo eso sí es cierto, salvo lo ultimo. Porque me parece que empezé exagerar hacia otro lado. No cometo el pecado de sobrevalolar mi viaje, de hacerme héroe, pero sí cometo el error de subestimar. Repitiendo todo el tiempo frases sobre la ¨normalidad¨ de viajar por Latinoamerica en bicicleta de un cuarto de siglo, estoy pisoteando en mi conciencia el encanto de mi propio viaje. Y de este suelo pisoteado no logro pescar a ningun personaje ni su evolucion, ningunos valores arquetípicos, ni objetivo, ni humor, ni drama. Eso quiere decir, que no puedo hacer una película de mi viaje? Tambien, pero mucho más. Eso quiere decir, que el espectador cotidiano y perpetuo de esa pelicula no grabada, o sea: yo, puede aburrirse de todo eso, dudar al sentido, perder el encanto y la sensibilidad, perder el drama - lo más importante y interesante. Lo que sí, está pasando, pero hay que verlo. Hay que presentarselo a si mismo, y entonces, si uno quiere, presentarlo tambien a los demás.
Y eso era la clase acerca de la debida moderación.
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